El ministro francés de Trabajo, Éric Woerth, siguiendo instrucciones directas del presidente Nicolas Sarkozy, anunció ayer dos enmiendas encaminadas a retocar la polémica reforma de las pensiones, debatida actualmente en el Senado y muy contestada en las calles (seis jornadas de protesta en lo que va de año). Las modificaciones no afectan al corazón de la reforma, que consiste en el retraso de la edad legal de jubilación de 60 a 62 años, y de 65 a 67 para aquellos que no habiendo computado los años necesarios quieran pasar al retiro con la pensión completa. Las enmiendas anunciadas por Woerth son medidas colaterales, dirigidas a las mujeres con tres hijos que, habiendo solicitado bajas maternales, podrán jubilarse con toda la pensión a los 65 años aunque no hayan cotizado los años pertinentes. Los padres de niños discapacitados podrán optar a la misma rebaja.
El anuncio, tal y como se esperaba, no ha calmado -ni siquiera rebajado- el ambiente de olla a presión creciente que vive Francia en estos momentos por este asunto. Para el miércoles 12 de octubre, los sindicatos han convocado una nueva jornada de protesta (la séptima) para exigir que Sarkozy, simplemente, retire la reforma.
Pero esta vez, la protesta será diferente. Hasta ahora, la huelga se reducía a un día, no afectaba mucho la vida diaria de los franceses (las ciudades no se paralizaban en demasía, con excepción de algunas líneas de cercanías o de metro) y el éxito o no de la convocatoria se medía en las manifestaciones multitudinarias que se celebraban por la tarde. El sábado pasado, por ejemplo, según los sindicatos, salieron a la calle tres millones de personas. Los mismos que en las dos anteriores, todas celebradas en el mes de septiembre. El Ministerio del Interior francés rebajó la cifra a un millón de asistentes.
Conscientes de que mientras ellos protestan la ley avanza y cumple inexorablemente sus trámites parlamentarios (ya ha sido debatida en la Asamblea Nacional), los sindicatos han decidido cambiar de táctica, dar una vuelta de tuerca y acelerar la máquina de la protesta. Así, ya se han anunciado huelgas indefinidas para el miércoles en determinados sectores (trenes, transporte público urbano, energía, correos...). Los líderes sindicales quieren forzar así a Sarkozy a elegir entre un conflicto social creciente sin un final claro o la retirada de la ley.
Enfrente tienen a un adversario convencido. El presidente francés ha asegurado ya varias veces este año que cambiar el espíritu de la ley está fuera de lugar, ha convertido la reforma en una especie de símbolo del final de su mandato, en "la última de sus reformas", y ha empeñado su palabra y su Gobierno en sacarla adelante.
Fuente: Diario EL PAÍS
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